Tras varios días de tensión acumulada por el fallecimiento del presidente venezolano Hugo Chávez, y girando en mi cabeza el traslado de su cadáver desde Cuba, la supuesta impostura del paseo de un féretro vacío (no entiendo para qué) las imágenes de dolor de su pueblo, la elevada asistencia de jefes de estado y de gobierno, y la solemnidad de su entierro, anoche tuve un sueño de lo más curioso:
Soñé estar formando parte de la comitiva fúnebre; apoyada mi mano izquierda sobre la madera de su féretro y musitando una de esas plegarias que uno inventa, cuando, de repente, la tapa del ataúd resbala hacia el otro lado cayendo sobre la muchedumbre y, tras un grito multitudinario de temor y de asombro, Hugo Chávez, poniéndose en pie, eleva los brazos al cielo y grita: -¡Ah!... ¡Los engañé, "güevones"!
Miguel Ángel G. Yanes
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