12/4/14

BORCEGUÍ

Ando inmerso en la lectura del segundo volumen de Nuestra Señora de París de Víctor Hugo, todo un icono del Romanticismo, en una nueva y cuidada edición de Edelvives, bellamente ilustrada por Benjamin Lacombe. Consta de dos tomos de gran formato con tapas negras adornadas en pan de oro y lomos en tela: el primero en verde y el segundo en rojo, así como marcadores de cinta con los colores intercambiados: rojo el del verde y viceversa. El primero de ellos muestra en su portada una colorida imagen en relieve del rostro de la Esmeralda  (la protagonista de la obra) asomando tras un rosetón transparente de Notre Dame de París; mientras que en el segundo se puede obsevar una imagen gigantesca y fantasiosa de la misma muchacha flotando sobre las torres de la catedral.
 

Los personajes principales de esta novela, que pasa por ser la más famosa de Víctor Hugo, son tres: Esmeralda, una bailarina gitana, Quasimodo, el campanero sordo de la catedral y Frollo, archidiácono y padre adoptivo de aquél, quién enamorado de la muchacha, pide a Quasimodo que la rapte, pero un capitán de la guardia impide el secuestro y lleva al campanero ante la justicia, siendo condenado a recibir flagelación en la plaza pública. Allí, después de múltiples azotes, la única persona que siente lástima por él es la propia Esmeralda que, al oirlo pedir agua, se acerca y le da de beber. Mientras tanto, Frollo, frustrado y celoso al ver que la joven se siente atraída por el capitán, urde un siniestro plan encaminado a quitarlo de en medio. Toda la obra gira en torno a la majestuosa catedral de Notre Dame qué, como si dispusiera de vida propia, viene a convertirse en un personaje más de la historia.


Pues leyendo sus páginas con verdadero deleite, he tropezado con una curiosa palabra: borceguí. De origen incierto, viene a identificar un tipo de calzado (muy popular en el siglo XV) que llegaba hasta más arriba del tobillo, abierto por delante y ajustado por medio de correas o cordones. Hoy en día se conoce con tal nombre a las botas especialmente diseñadas para ser utilizadas en acciones de combate o entrenamiento militar; pero en la novela de Víctor Hugo hace referencia específica a un instrumento de tortura, consistente en una serie de maderas y tornillos que, al ser apretados sobre el tobillo de la víctima, llegaban a quebrantarle los huesos.


Resulta increible la ingente cantidad de instrumentos de tortura que los humanos hemos llegado a inventar.

Miguel Ángel G. Yanes

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