5/8/13

LOS MANIPULADORES

Ayer domingo (nunca mejor dicho lo de sunday o día del sol), la sed y la calor nos empujaron, cuando más apretaba "Lorenzo", a refugiarnos al amparo de los toldos que cubren la exigua terraza del Rincón de Toño, restaurante de reminiscencia cubana, ubicado en la esquina que comparten las calles de Cruz Verde y El Clavel.


Entre unas jarras de tinto de verano y algo de picoteo, intentamos paliar, en la precaria sombra, la tórrida cascada de luminosos rayos que, a plomo (ardiente y derretido) asfixiaba casi la ciudad; cuando una fresca brisa, contraviniendo el orden veraniego, vino a hacerse notar:

Mari Camen Marrero, amiga y ex-compañera de trabajo, y su hija Miriam, aparecieron de improviso, arrastradas quizá por ese inesperado soplo al que muchos siguen llamando aún "casualidad".


En ese breve lapsus, en el que Maki y yo apurábamos las tazas de café y ellas hojeaban el menú, intercambiamos, de relance, un diálogo que vino a abundar en lo de siempre: ex-compañeros, conocidos, amigos... Y en éstas, cayó el tema de la Asociación de Mayores, de cuya directiva, Mari Carmen había formado parte, y a la que nunca me decidí a acudir.


- Mira amiga: te tengo mucho aprecio y te lo puedo decir abiertamente. Varios ex-compañeros han intentado convencerme de que participara, pero, como comprenderás ("sabe más el diablo por viejo que por diablo") enseguida le vi las orejas al pato (no le des más vueltas porque no existe error gramatical; sólo es cuestión de perspectiva) y me dije a mí mismo: Treinta y cinco años aguantando jaquecas de los jefes de siempre, para seguir ahora con la misma matraca... ¡Quiá! Ni se me ocurre, porque es casi seguro que siguen siendo ellos los manipuladores del cotarro.


No digo que sean mala gente, sólo que no se resisten a renunciar al "sagrado privilegio" de mandar. Y este ciudadano ya no está por la labor de obedecer a nadie.
 
Miguel Ángel G. Yanes

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