Mi capacidad de asombro no tiene límite, pero hay cosas que, verdaderamente, me desconciertan. Y una de ellas es la noticia emitida por una cadena de televisión, donde se informaba de la tremenda contaminación por metano que provocan, en la atmósfera, las flatulencias emitidas por las vacas.
Por lo visto, lo más grave ya no es la contaminación industrial, ni el humo producido por automóviles, barcos, aviones, cohetes espaciales… Ahora lo peor para nuestra salud y la del planeta, son los pedos y los eructos de las vacas. ¡Sí! Como lo leen. Hasta tal punto esto es así, que se está llevando a cabo un estudio encaminado a modificar su dieta alimentaria, con el fin de que expulsen menos metano a la atmósfera.
Está claro que toda actividad humana exige un tributo y, por supuesto, el consumo desmedido de carne también. Según los últimos datos difundidos, el sector ganadero ya supera al del transporte en la emisión mundial de gases, convirtiéndose así en la principal fuente de degradación de los suelos y del agua. Hace más de una década, un informe de la FAO exigía medidas urgentes, un cambio drástico que hiciera sostenible el actual sistema de producción de carne, pero nadie se ha atrevido a ponerle el cascabel al gato.
El primer gobierno en dar la voz de alarma sobre este asunto, fue el de nuestras antípodas; no en vano, Nueva Zelanda supera los 50 millones de cabezas de ganado, lo que, si lo multiplicamos por los, aproximadamente, 90 kg, anuales de metano que produce una vaca, da una cifra monstruosa: 4.500 millones de kg, o lo que es lo mismo 4,5 millones de toneladas.
Pero no acaba aquí la historia; hay una segunda parte a tener en cuenta.
En plena época de la información y de la subsiguiente manipulación de la misma, nunca terminaremos de saber la verdad al completo de nada, siempre habrá algo que se oculte, se desvirtúe, o se nos escape, por lo que me va a quedar la duda de siempre:
Porque si lo razonamos a fondo, el mero hecho de cambiar la alimentación a las vacas por otra que produzca menos gases, generará cambios importantes, sobre todo en algunos bolsillos.
Miguel Ángel G. Yanes
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