Con este nombre se conoce a una especie de movimiento religioso, aparecido entre diversas tribus de Australia y Melanesia, a raiz del lanzamiento de víveres durante la Segunda Guerra Mundial por parte de la aviación norteamericana, con lo que, los nativos, al considerarlo como algo mágico, le rendían culto, llegando a fabricar ídolos a imágen y semejanza de aquellos dioses a los que veían sobrevolar la selva, esperando pacientemente a que aquel maná se repitiera.
Aunque nos cueste creerlo, con un enfoque algo diferente, en esta empresa en la que laboro también existe un culto al cargo. No digo por parte de todos los mandos, pero si por parte de algunos, y ellos, mejor que nadie, saben a quiénes me refiero. Un ansia indescriptible que apenas si los deja vivir, royendo no sólo su salud y estado físico y mental, sino desmoronando a su alrededor, familia, compañerismo, amistad; empujándolos a una vorágine que, tal vez, los engulla para siempre a cambio de una absurda falacia de posición social y… ¿reconocimiento? Porque los hay incluso capaces de venderle el alma al diablo. ¿Y todo para qué?
Teniendo en cuenta que la mera obtención de un cargo, ya sea de índole laboral o política, suele favorecer al individuo pero no al ser (me refiero al que viaja dentro, aunque no está de moda); podemos inferir qué, aquéllos que dada su posición jerárquica se creen superiores al resto de sus subordinados (y que conste que conozco a más de uno) están en un craso error, considerando que lo único que hace superiores a las personas es la capacidad de amar a sus semejantes (bondad y lealtad viajan con ella) tal y como nos enseñó hace ya dos mil años el último avatar de la divinidad. Todo lo demás son memeces y globos de vanidad que, hinchando el ego, lo hacen ascender, irremediablemente, hacia el sol de nuestras ambiciones. Una esfera luminiscente que nos ciega, y la mayor parte del tiempo nos impide ver las líneas del camino.
Por ello y desde mi condición de "indio sin plumas", "clase de tropa" y otras estupideces que entre ellos nos llaman, denuncio la pobreza de espíritu de unos seres mediocres que sólo aspiran a dinero y poder, sin importarles los medios ni las víctimas para alcanzar su meta.
Por ello ruego una oración por sus atribuladas almas, a fin de que, algún día, puedan llegar a entender que:
"Si no tenemos Amor / venimos a ser / como metal que resuena / o címbalo que retiñe. / Y si tuviéramos / el don de profecía / y entendiéramos / todos los misterios / y toda la ciencia / y tuviéramos toda la fe, / de tal manera / que pudiéramos trasladar / hasta los montes, y no tuviéramos Amor, / nada seríamos."
Pablo de Tarso
P.D.: ¿Saben un secreto? El 55% de los jefes fracasan por falta de comunicación.
Miguel Ángel G. Yanes
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