Hay restaurantes en los que, en virtud de no sé que medida empresarial, los domingos y festivos se niegan a servir café. No voy a dar el nombre, pero diré que me ocurrió en un conocido restaurante de San Andrés (“ellos” saben en cuál)
He llegado a preguntar el por qué de esta restricción no sólo a los camareros, sino al dueño del negocio en cuestión, y la respuesta ha sido unánime: “es que estos días hay mucha clientela y la gente tarda demasiado en tomarse el café”
No me creo, ni poco ni mucho, lo de que se tarde demasiado en tomar el café. De hecho, la inmensa mayoría, cuando observamos que hay otras personas pendientes de mesa, abreviamos lo necesario a fin de cederles el sitio. ¿O no es así?
No digo que no haya quienes remoloneen y prolonguen la sobremesa más de la cuenta, y que conste que están en su derecho de tardar lo que les apetezca (lo están pagando ¿o no?), a no ser que se ponga de moda, claro está, el estilo militar o carcelario y tengamos que comer todos a toque de pito.
¿Creen Vds. que es lógico tener una cafetera en perfectas condiciones de funcionamiento y negarle ese servicio a los clientes? Pues que la quiten y se ahorren unos buenos impuestos o se dejen de trapisondas y cumplan con su obligación: servir lo que la clientela les demanda.
- Puede Vd. tomarlo en otro lugar. Me ha dicho más de uno.
¿Pero qué necesidad tengo de ir a otro sitio, ya sea andando, en coche o en bicicleta? si lo que me apetece es tomarlo aquí donde he comido; pagar y regresar a casa o a donde sea que luego se me antoje.
Y es que a mí, personalmente, no me apetece un trozo de tarta ni un helado después de comer; lo que me en realidad me apetece es una taza de café.
¿Estoy desbarrando o exigiendo un derecho que, como consumidor, me corresponde?
Miguel Ángel G. Yanes
12/12/06
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