(A Alejandro, Ángel y Laura)
Fue su primer amanecer; jamás
Habían sentido la descarga, el golpe,
La sacudida energética que aturde
Los sentidos y muestra, tras un velo
Irracional, la magia, lo prohibido:
La desintegración de la razón
Mostrándoles, durante unos instantes
Una grieta sin tiempo en la que flotan
Los universos múltiples que habitan.
Límpida y fría, la transparencia
De la mañana aún se hallaba en ciernes,
Fraguando su esplendor sobre la oscura
Soledad de las aguas, cuando un grito
Común les hizo alzarse de pronto al ver
Monstruos marinos que de la mar brotaban.
Con las primeras luces se agitaron
Sobre la soledad salobre los dragones
Metálicos del alba, gigantescas,
Terribles criaturas que, de pronto,
Antes de alzar el vuelo transmutaron,
Sin saber por qué y cómo, en grandes barcos:
Petroleros al uso hechos de acero,
De silencios cuerpos que quedaron
Prendidos al amparo de la rada,
Mientras ellos, sonrientes, admirados,
Aún se preguntaban qué habían visto.
Miguel Ángel G. Yanes
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