¿Pero creen ustedes que machacando Siria, bombardeándola
indiscriminadamente, masacrando a todo un pueblo, se va a acabar con esa
bestia? Pues no, porque es como la Hidra de Lerna (despiadado monstruo acuático
con forma de serpiente policéfala y aliento venenoso) al que, cuanto más
cabezas se le cortaban, más le salían.
Esa bestia terrible, mitológicamente engendrada por Tifón
(dios de las tormentas y huracanes) y Equidna (ninfa de ojos terribles y cuerpo
de serpiente) solo pudo ser vencida por Hércules, pero necesitó de la ayuda de
su sobrino Yolao para conseguirlo, quien, con una antorcha, iba quemando el cuello de cada
cabeza a medida que Hércules las cortaba, evitando así que les volvieran a
crecer. Antes de acercarse, ambos tuvieron la precaución de cubrir sus bocas y
narices con unas telas, para que el fatal aliento del monstruo no los envenenara.
Finalmente la Hidra, ya sin cabezas, terminó muriendo. Entonces, Hércules aprovechó para mojar sus flechas en la sangre, también venenosa, de la bestia, convirtiéndolas así en armas mortíferas para los que pudiera herir con ellas.
¿No creen ustedes que se puede sacar alguna enseñanza de
esta leyenda mitológica?
Resulta evidente que hay que buscar la forma de atajar el terrorismo internacional, pero ha de ser un remedio eficaz, no solo militar, sino cultural, político, económico, social, para que no siga creciendo esa espiral de odio que amenaza con ahogarnos irremisiblemente.
De todas formas, pregúntense antes ¿de qué se nutre esta bestia y quiénes la alimentan?
Los ciudadanos de este mundo artificialmente globalizado, no hemos alcanzado aún (los gobiernos, religiones ejércitos, fronteras... no lo permiten) el nivel de conciencia adecuado para entender lo que somos, y que podemos prescindir de ellos, de todo aquello que nos divide y enfrenta, porque más allá de colores, culturas, idiomas, razas, somos "el hombre" y, como decía Jarcha en su canción "Libertad sin ira", en el fondo todos los humanos buscan lo mismo : "Tener su pan, su hembra y la fiesta en paz..."
Miguel Ángel G. Yanes
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