(A Arturo Maccanti)
Dicen que el estropicio
Dicen que el estropicio
Que se escuchó
De madrugada fue
Cosa del Diablo, quién,
Con nocturnidad y alevosía,
De fugaz dentellada
Arrancó aquel pedazo
A la nueva campana
De la iglesia del pueblo.
Piensan que lo hizo así
Para que los fieles
No acudieran a misa.
Yo sé que no fue Él
Porque esa noche estuvo
Conmigo y otros diablos
Jugando al escondite
Con Dios y sus arcángeles.
Y es que le importa un pito
Que las gentes acudan
A rendir pleitesía
A su hermano gemelo.
Sabe que aunque a diario
Se decidan a hacerlo,
Para nada asegura
Que no pueda quedarse
Con sus débiles almas.
La campana fue rota
Por la ira profunda
De un ciudadano ateo.
Y no fue por llevarle
La contraria, ni al clero,
Ni a las tristes beatas,
Ni a la feligresía,
Sino porque el tañido,
Que estremecía incluso
La espadaña era
un diario tormento
Para su atribulada
Conciencia y sus oídos.
un diario tormento
Para su atribulada
Conciencia y sus oídos.
Miguel Ángel G. Yanes
¡Ja, ja! Estaba hasta los cojones de la campana.
ResponderEliminar