En cierta ocasión en que le preguntaron sobre la inspiración poética, contestó que aquello era sólo una invención de los poetas, y que la única inspiración, devenía de clavar los codos en la mesa y estrujarse los sesos.
¡Coño! – dije para mis afueras (porque de hecho se oyó bien alto y claro) este individuo tan famoso y tan galardonado, aunque logró escribir poemas, jamás sintió el repentino y profundo estremecimiento de la Poesía; de lo contrario, no se explica tal afirmación.
Reconozco que no está bien meterse con quien no puede defenderse, pero tampoco está bien hablar de lo que no se conoce.
Miguel Ángel G. Yanes
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