Sesentón ya, y con una permanente y jodedora lumbociática que se agudiza con los años, sobre todo cuando el índice de humedad ambiental es elevado, me veo en la obligación, para poder moverme con cierta soltura, de ser consumidor habitual de analgésicos y antiinflamatorios.
En vista del evidente deterioro que a diario va sufriendo mi motilidad, he decidido hacerle caso a mi esposa "por una vez y sin que sirva de precedente" (es broma) y tras más de una década de desidia por mi parte, volver a plantearle este problema a mi médico de cabecera.
Solicitada cita en mi centro de salud, gestionado por el Servicio Canario de Ídem, se me efectúa una exploración física, a la vista de la cual, la doctora que tengo asignada me extiende dos volantes: uno para Radiología y otro para Traumatología. Hasta aquí, todo bien.
El asunto comienza a complicarse cuando acudo al mostrador de recepción para que me confirmen ambas citas. Con la primera no hay problema: me la asignan para el lunes de la semana siguiente. Pero para la segunda, la señorita que me atiende, me dice:
- Para la consulta de Traumatología, sólo hay cita en el mes de diciembre...
- ¡Vale! -la interrumpo-
- ...de 2018 -puntualiza-
- ¡¿Cómo?!... ¡15 meses más tarde!... Ya me dirá usted, a esas alturas, qué validez tendrá la radiografía.
- De todas formas, si quedara algún hueco libre antes de esa fecha, le avisarán telefónicamente.
- ¡Sí! Lo mismo me dijeron con respecto a la consulta de Oftalmología que solicité en abril y me asignaron para febrero del próximo año. Ahí sigue pendiente.
Ni adrede: la mañana en la que he de acudir a hacerme las radiografías, amanece nublada y húmeda, lo que acentúa mi problemática hasta el punto de impedirme casi caminar, obligándome a tomar el transporte público para llegar al centro convenido.
Cojeando visiblemente y deteniéndome a menudo para paliar el dolor que me produce mover la pierna derecha, me acerco a recepción, donde una joven muy amable (todo hay que decirlo) me indica que la unidad de Radiología se encuentra en el sótano, para acceder a la cual existen dos opciones: escalera y ascensor.
En vista de que el ascensor tarda bastante, y que la hora de la cita se me echa encima, opto por la escalera. Otro mostrador y otra señorita.
- ¿Qué desea? - me pregunta-
Le entrego el volante; lo lee con detenimiento y me dice:
- Hay un error. La petición es para dos radiografías diferentes: una lumbosacra y otra de cadera, pero en su centro de salud solo solicitaron cita para una de ellas. Suba usted a la planta principal y solicite cita previa para que se la incluyan.
Me entrega "el papel" con un apunte que dice: "reasignar cita" y allá que subo. Me dirijo de nuevo a la amable señorita de recepción que me indica una dependencia adjunta, donde he de sacar un número para que me asignen la cita previa. Cojo "el númerito" de marras y me siento a esperar hasta que me toque. A todas estas, la hora concertada, ya ha pasado.
Me atiende un señorito que, nada más ver la nota de su colega, refunfuña:
- ¿Y en que agenda está? Necesito saberlo... Baje usted nuevamente y dígale a la compañera que le detalle la agenda.
Prometo que pensaba hacerlo, pero al pisar el primer escalón (había gente esperando el ascensor), un nuevo trallazo del nervio ciático me hizo encoger el pie y detenerme. En ese impasse pensé:
"Tengo que bajar otra vez, volver a subir, coger número de nuevo, esperar a que me atiendan y volver a bajar, cuando es un problema que han generado ellos. Y me tienen a mí del tingo al tango, moviéndome a duras penas para intentar solucionarlo. ¿Es que no existe comunicación interna, telefónica o informática?... ¿Y quién me asegura que este periplo mío va a terminar ahí?"
Así que, en un arranque de ¿justa cólera? giré sobre mis talones, diciendo en voz alta:
- ¡¡¡A hacer puñetas!!!
Y ante el asombro de la pobre señorita amable, rompí el volante en trozos, lo tire a la papelera de la entrada y, cojeando como pude, regresé a casa.
- ¡Ya estoy mayor para que me tomen el pelo!
Reflexión
No digo que me atendieran mal, el trato en todo momento fue correcto, pero la gestión... ¡por favor!
Parece que, inconscientemente, intentaran darle la razón al gobierno del PP en su puñetero empeño por demostrar la inviabilidad de la Seguridad Social, para así privatizarla (es lo que buscan desde que llegaron al poder) y vendérsela sin cortapisas a sus amigotes y conocidos.
Miguel Ángel G. Yanes
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