Pues Hacienda utiliza algo parecido para acojonar a los contribuyentes: la temida "carta negra" que, cuando llega lo oscurece todo, le nubla el seso a uno y lo hace mentar a las madres y a los difuntos de toda suerte de representantes gubernativos, adornándolo, con una sarta de tacos e improperios que, ni siquiera sabía que sabía. Bueno, lo oscurece todo menos la cuenta corriente que, como hembra vegonzosa que es (al menos la mía), enseguida se pone colorada al quedarse en pelotas frente al requerimiento del estado.
La verdad que resulta amedrentadora y de mal gusto la puñetera carta. La primera que recibí me retrotrajo a la infancia: a aquellas epístolas fúnebres de uso común por aquel entonces y que, cuando llegaban, ponían los pelos de punta a toda la familia. Algún allegado, ya fuera familiar o amigo, la había palmado.
No obstante, dichas misivas solo traían un estrecho ribete negro, adornando tanto en el sobre como el escrito; nada que ver con la puta mota negra de hacienda.
Miguel Ángel G. Yanes
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