En los últimos años he podido leer muchas gilipolleces en Internet, pero ésta se lleva la palma:
“Los libros son sólo para los
pobres.
Los ricos van al cine”
No me lo podía creer. Pero… ¿hasta ahí hemos llegado?
- ¡Qué
cultura caballero, qué cultura!... Está claro que, entre otras cosas, desconoce usted el precio de los libros.
Desde que los chicos (mi hija y sus primos) eran menudos, intenté inculcarles el “vicio” de leer, aunque no con todos tuve la misma suerte. De hecho, cierto día en el que les hablaba de una determinada obra literaria, uno de ellos se apresuró a decir:
- ¡Ya la vi en el cine!
Tuve que explicarle entonces que no era lo mismo una cosa
que otra:
- Cuando se lee,
al hilo del texto, cada cual genera sus propias imágenes mentales, mientras que cuando vamos
al cine, las imágenes ya nos vienen dadas; no son creación nuestra.
¿Cuál es el
problema?... Que si se ve primero la película, al leer luego la obra, se tendrán
en la cabeza las imágenes cinematográficas, lo que no nos permitirá crear las propias.
Por eso conviene hacer justamente lo contrario: leerla antes de que sea llevada
a la pantalla.
Otro problema es el
desencanto que suele producirse cuando la película no cumple las expectativas
del lector; algo que ocurre comúnmente. De hecho, si rebusco en las gavetas de la
memoria, sólo recuerdo un film que se acercara bastante a mi percepción de una determinada creación
literaria: “El nombre de la Rosa”,
basada en la novela homónima del escritor italiano Umberto Eco.
Así que, desde este humilde blog, ruego encarecidamente a mis conciudadanos de esta aldea global (Urantia, Gaia, Tierra... o como la quieran llamar) que lean, que lean mucho, porque cuanto más cultos, más difíciles seremos de manipular. Además, el universo que genera la lectura es un paraíso del que nunca nos podrán echar.
Miguel Ángel G. Yanes
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