Esa ascensión por la peligrosidad de la pirotecnia, tenía un segundo peldaño que, por supuesto, iba acorde con la edad: los "saltapericos". Venían a ser unas gotas solidificadas de fósforo inorgánico fundidas sobre una tira de papel que, a mí, se me antojaban oscuras uñas de mujer. Se cortaba un trozo que contuviera una de ellas y se raspaba, bien contra el piso, un muro o la suela del zapato. Se soltaba a continuación para observarlo saltar, echando chispas y haciendo un ruido característico. Era un producto peligroso en manos de niños pequeños, ya que, al ser altamente venenoso, podían incluso fallecer si llegaban a ingerirlo. Por ello, al menos en España, se ha prohibido su comercialización.
Los chicos de aquella época, a veces cometíamos la insensatez de humedecer los "saltapericos" con la lengua y frotarnos el rostro con ellos, para que brillara en la oscuridad; con lo cual absorbíamos el fósforo (si bien en pequeñas cantidades) por vía tópica y oral... ¡Cosas de críos... y de adultos poco conscientes y desinformados!
En las Islas Canarias, en Cuba y en otras latitudes de América latina, la palabra "saltaperico" se aplica, por similitud, a una persona inestable que "salta" por menos de nada, aunque también se conoce con tal apelativo al tucu-tucu, cocuyo o gusano de alambre, y a dos tipos diferentes de plantas: una hierba perenne de flores azuladas, propia de suelos húmedos (Ruellia tuberosa) y otra de la familia de las proteáceas (Embothrium grandiflorum).
En Venezuela, el término "saltaperico" viene a identificarse también con bullicio o algazara.
Miguel Ángel G. Yanes
Excelente aportación
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