Con el subterfugio lingüistico de hacer extensiva la máxima rockera al mundo de las motos: "los viejos moteros nunca mueren", me acerqué a ellas, y me identifiqué como uno de aquellos pioneros de las dos ruedas (venido a menos, claro está), allá por la lejana década de los años 70. Y es que, aunque ya no ande en moto, ese gusanillo sigue inmerso en mi sangre. No lo puedo remediar: todavía se me van los ojos tras esos cacharros, tan cercanos y tan lejanos para mí, a la libertad y a los caballos.
Fui hacia las chicas con la intención, no sólo de contemplar de cerca aquellas maravillas mecánicas y humanas, sino de darles algo de "palique" (con el permiso de mi mujer; todo hay que decirlo). En un principio pensé que no me harían ni puñetero caso; pero sí, algunas que aún no estaban enzarzadas en puntuales conversaciones, me prestaron atención, y entonces aproveché para darles un pequeño mitín:
"En mi años jóvenes sólo conocí a una muchacha con el valor suficiente para enfrentarse a lo establecido ('las motos eran cosa de hombres') y hacerse motera: se llamaba Livia... a lo mejor todavía se llama; la verdad es que no lo sé. Pero creo, sinceramente, que debería ser un referente para todas las féminas que, como ustedes, han accedido al mundo, no sólo de las motos, sino de tantas otras actividades donde tenían el acceso vetado por el simple hecho de ser mujeres. Es más, pienso que la única posibilidad de forjar un mundo más justo, está en vuestras manos de madres, de esposas, de hermanas, de amantes, de amigas... accediendo a las esferas de poder para cambiar el rumbo de esta sociedad. Por ello os conmino a que lo intentéis con todas vuestras fuerzas. Peor que los hombres que, guerra viene y guerra va, llevamos incontables siglos sin enderezar el rumbo, no creo que lo vayáis a hacer."
Con una máquina como ésta, propiedad de Vicente "El Turro",
comenzó la época dorada de las motos de los años 70 en Tenerife
comenzó la época dorada de las motos de los años 70 en Tenerife
No caí en el detalle de preguntarle a las chicas si pertenecían a algún club u organización, o sí sólo eran un grupo de amigas, que se echaban a la carretera por el puro placer de disfrutar a tope con la magia de sus potros metálicos. De todas formas les indiqué el camino virtual a este blog, en el que, en la página titulada AQUELLOS AÑOS... EN QUE FUIMOS MOTEROS, aparte de las fotografías de las máquinas que montábamos (verdaderos "hierros" si las comparamos con las suyas: pura aerodinámica y tecnología en la actualidad) también escribo, de vez en cuando, sobre curiosidades y anécdotas de aquella gloriosa época de las dos ruedas.
Fotografía donada por Antonio Solís al "Museo virtual de viejas fotos",
en la que aparece su madre sobre una Montesa en 1962
Miguel Ángel G. Yanes
Buenas tardes Miguel Ángel, he llegado por casualidad a tu Blog "Amontonador urgente de palabras", aunque el comentario lo he puesto aquí, ya que he leído muchos de tus archivos y me encantan (sera por que son cosas de la edad como cantaban Modestia aparte). Yo también fui motero y buscando en internet di con tu archivo "La Tortuga y La Liebre", quería hacer un comentario en el, pero como no puedo lo voy a poner aquí:
ResponderEliminarlo que son las cosas de la vida, poseo y quiero restaurar una Lanch 74, vivo en Tacoronte y por supuesto conozco la cafetería Malele.
Me pregunto, ¿sera la Lanch la de tu relato?
Un saludo y te felicito por tu Blog, José Luis.
Agradezco encarecidamente tu visita, porque más allá de falsas vanidades, a todo el que escribe le encanta llegar a los demás; ésa es la verdadera razón de hacerlo.
ResponderEliminarVete tú a saber si la Lanch que posees es la del relato. La verdad es que no recuerdo su matrícula, solo que, en aquella época, estaba pintada de rojo oscuro, casi el color del óxido.
Saludos.
Buenos día Miguel Ángel, sí, sería increíble que después de tanto tiempo se tratara de la misma moto. Incluso conserva ese color que comentas, he intentado poner una foto, pero no puedo.
ResponderEliminarSaludos