13/5/13

CIGARRONES

Si hoy preguntara en la calle a cualquier chiquillo, qué es un cigarrón; lo más probable es que lo relacionara con un cigarro grande y gordo. Pero nosotros, los que ya peinamos canas y los que ya las perdieron para siempre, a ese insecto ortóptero que, en nuestra infancia, campaba a sus anchas por huertas, parques y jardines, vinimos a llamarlo saltamontes sólo cuando el maestro nos obligó a estudiar su anatomía, formada, como la de todos los insectos, por tres tagmas o segmentos: cabeza, tórax y abdomen; un exoesqueleto y seis patas articuladas. Con anterioridad, aquí en las islas, los niños nunca habíamos dicho saltamontes, sino cigarrones. Solían ser de pequeño tamaño y de color parduzco o verdoso. Algunos presentaban vivos colores bajo las alas y solían desplazarse a grandes saltos (de ahí su nombre) gracias al desarrollo y adaptación de su tercer par de patas, utilizando sus alas, básicamente, para planear.


Pero cuando una nube de gigantescos cigarrones rojos o langosta africana (Schistocerca gregaria) nos invadió... ¡resultó aterrador! No sólo por su volumen que oscurecía el sol, sino por el tamaño, cercano a los 10 cm., de sus ejemplares. Millones y millones de insectos que devoraban irremisiblemente todo vestigio de vegetación: se posaban sobre un árbol o arbusto y, en pocos minutos, todo el verde desaparecía como por ensalmo.


El ruido y el humo eran los únicos remedios naturales para ahuyentarlas. La gente golpeaba latas, calderos, sartenes y todo aquello que produjera una fuerte vibración sonora que les impidiera posarse. Se hicieron múltiples hogueras... pero ni así. Hubo que recurrir a helicópteros y avionetas para rociar plaguicidas sobre ellos.

Aunque, los críos, enseguida les perdimos el miedo. Los atrapábamos y amarrando una de sus patas con hilo de coser, los hacíamos volar como si fueran cometas.


A pesar de que, según las crónicas, de las tres plagas de cigarrones sufridas en Canarias durante el siglo XX, la mayor fue la de 1954; ésta de la que doy fé, acontecida en 1958, fue también bastante virulenta, ya que, con su extremada voracidad,causaron importantísimas pérdidas en la agricultura isleña. Aunque en 2004, unos cien millones de ejemplares llegaron a la isla de Fuerteventura, esta vez apenas ocasionaron daños dado el estadío de su evolución, una fase cercana ya a la muerte. Esta fue la última vez en que alcanzaron nuestras costas.


A pesar de que la FAO (Food and Agriculture Organization) organismo dependiente de las Naciones Unidas, facilita fondos para combatir a estos insectos, y aconseja que se eliminen cuando aún son saltones (es decir, antes de que les broten las alas y puedan emprender el vuelo) en sus lugares de origen: Argelia, Marruecos, Mauritania...los gobiernos de estos países, en ocasiones, desvían los recursos recibidos hacia otras áreas que consideran prioritarias, por lo que, no se llega a interrumpir a tiempo el ciclo de metamorfosis de los cigarrones, generándose entonces las imparables plagas.

Miguel Ángel G. Yanes

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