- ¿Tienes un eurito ahí?
Esto ocurría un día sí y el otro también. En principio me cogía de sopetón y se lo daba, hasta que me di cuenta de la picada y opté por ser más rápido que él. Ahora, cada vez que lo veo acercarse, soy yo el que dice:- ¿Tienes un eurito ahí?
Pillado a contrapié, medio se mosqueó, diciendo:
- ¡Coño, "Migue", no me jodas que ahora te da por pedir!
- No me jodas tú, que con menos necesidades económicas que yo, cada vez que me vez, quieres sacarme el puñetero eurito. Y si luego me encuentro con alguien que en verdad lo necesite, no se lo puedo dar porque ya está anidando en tu bolsillo. "Caradura" - dije para mis adentros.
Miguel Ángel G. Yanes
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