Aunque no comparta muchas de sus opiniones, todos los días leo su columna en el periódico. A veces sonrío, a veces tuerzo el gesto, y otras, simplemente cabeceo dándole la razón, pero siempre disfruto leyéndolo. Tal vez si nos conociéramos personalmente no empatizaríamos demasiado. O sí, ¡vaya usted a saber! A veces, aunque filosofía, tendencia política y hasta religiosa, resulten antagónicas, existen extraños nexos que conectan a personas dispares. Admiro la facilidad que tiene para hilvanar recuerdos sobre la urdimbre privilegiada de su memoria, y la magia sencilla y nítida de su lenguaje, a cuyo encanto sólo queda rendirse.
Bueno, pues hace unos días, me sorprendió con una hermosa palabra para mí desconocida: vidriola.
En mi imaginación, se elevó de repente su estructura sonora como una curva helada, y pensé: "poéticamente cabe... puede ser una ola de cristal". Digo poéticamente porque, en lenguaje profano no valdría, ya que, aunque tendemos a confundirlos, no es lo mismo vidrio que cristal (uno es amorfo, el otro no). Pero andaba muy lejos de acertar con el significado.
Desconozco si aún los chicos juegan a los boliches. Veo tan poca tierra a mi alrededor, que costaría encontrar un lugar donde excavar el gongo ("gua" para los que fueron niños en otros lares) Ni siquiera veo niños jugando ya en las calles.
¡Ah!... Se llama Don Andrés González de Chaves y Sotomayor.
Miguel Ángel G. Yanes
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