25/4/11

¡MIRA QUE CAMBIAR UNA PLAZA POR UN CHARCO!



Me van a permitir que vuelva incidir sobre el despropósito de la Plaza de España, porque... ¡es que tiene cojones! Han pasado los años y los chicharreros no terminamos de asumir como propio tal engendro, que vino a romper la estética del entorno y nos robó parte de nuestra identidad. Hurtó a los críos una enorme cantidad de espacio para monopatines, patinetes y bicicletas; a los peatones les cerró el acceso directo a la Avenida de Anaga, poniéndoles en mitad del paso tamaña bañadera, y por si fuera poco, nos colocaron unos negros tropezones (eso sí: forrados de macetas para que haga bonito), que nos ocultan a la vista los muelles y la mar.



¡Ah! También los guerreros de bronce resultaron perjudicados, pues al elevar el suelo, estos perdieron sus pedestales y con ellos desapareció la perspectiva que, a nuestros ojos los hacía parecer gigantescos. Y por si fuera poco, nos devolvieron el cablerío que ya habíamos desechado décadas atrás, con la excusa de las jodidas gotas (léase "luminarias de Santa Cruz") que, cubiertas de excrementos (léase "cagadas") de paloma, tuvieron que ser acondicionadas con esos pinchos que impiden que se posen sobre ellas.


La verdad es que no me apetece nada deambular por ese nuevo entorno; lo encuentro frío y desangelado. De hecho, lo frecuento bien poco, pero como dice uno de nuestros dichos populares: al que no quiere caldo se le dan dos tazas (y la última "encolmada"); y últimamente, que me he visto en la obligación de acudir a menudo al edificio de Correos, he llegado a la conclusión de que el charco y yo estamos condenados a soportarnos. Presiento que yo tampoco le caigo simpático, aunque se me hace difícil imaginarle un duende. Lo único positivo que le encuentro, es un señor que, manguera en mano, ha conseguido un puesto de trabajo.



Me he preguntado un millón de veces si, por mucho que estuvieran respaldados por las urnas, los que decidieron que ese proyecto fuera el ganador, estaban capacitados para hacerlo, si tendrían los suficientes conocimientos para ello y si no primarían intereses de terceros para sacarlo adelante. Cuando lo lógico y lo justo habría sido que los ciudadanos votaran, en el propio lugar de exposición de las maquetas, durante un determinado número de días, por un proyecto concreto. Claro que así... como resulta que "los luisma somos tontos", no habríamos sabido cual era el que más nos gustaba, por eso, los entendidos, decidieron por nosotros cuál era el más conveniente. ¿Me siguen? De todas formas, el proyecto final, no pega con el entorno ni echándole todas las toneladas de cola que pudieran caber en las bodegas del Valbanera. 

Otro día que me acuerde, hablaré de la Avenida del Duque de Santa Elena.

Miguel Ángel G. Yanes

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