Por la hedionda orilla de la playa
Cuajada de basura y de restos
Que la mar trae y los humanos dejan,
Una pandilla de jóvenes palomas
(Que, curiosamente, aún tienen
Todos los dedos de sus patas)
En abierta formación avanzan
Rebuscando en la húmeda y sucia
Franja intermareal, su diario sustento.
Un yelmo antiguo, roto y oxidado,
Resto de alguna conquista fílmica
Rodada en estas Islas tiempo atrás,
Gira sobre la arena y las espanta.
Un perro de piedra roja intenta
Ladrarles, pero tan solo un chorro
De agua salada fluye de sus fauces
Eternamente abiertas y cansadas.
Una verde botella de refresco,
Un cepillo de dientes. Un revoltillo
De hilos de ‘nailon’ y de esparto,
Unas bolsas vacías de basura,
Un vaso de plástico, un pedazo
Negro y petrificado de alquitrán,
Una boya, una descolorida
Corneta de juguete, un calcetín,
Un oscuro madero, hinchado y lleno
De retorcidos clavos herrumbrientos.
Y una
infinitud de minúsculos restos
Vegetales y orgánicos, que generan,
Sobre la oscura y cristalina arena,
Una inmunda alfombra de residuos
Prácticamente interminable.
Miguel Ángel G. Yanes
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