Cementerio junto al mar - Indy Kethdy
Aquella noche,
el 3 de febrero de 1996, escuchábamos absortos la actuación de Enrique
Morente. Acompañado por la guitarra de Tomatito, ponía tremendo,
insuperable colofón al magno doble homenaje que se le tributaba al
querido maestro Juan Habichuela. Cuando ya parecía imposible superar la
intensidad del referido ejercicio de jondura tradicional, sucedió la
apoteosis. Sin anuncio previo se destapó el conjunto y empezó a
acoplarse la maquinaria sonora thrash metal de Lagartija Nick,
que le ofreció a Morente el colchón adecuado para cubrir la garra
seguiriyera anterior con un pertinente metálico guante de mercurio.
Fragmentos de poemas lorquianos
Mi corazón tendría la forma de un zapato
Si cada aldea tuviera una sirena.
Pero la noche es interminable
Cuando se apoya en los enfermos,
Y hay barcos que buscan ser mirados
Para poder hundirse tranquilos.
Tengo un guante de mercurio y otro de seda.
Federico García Lorca
(1898-1936)
“Pero la noche interminable”, fragmento del poema Cuna y panorama de los insectos. Así iniciaba Morente el subidón de doble intensidad, flamenca fetén y rock extremo, que nos trasladaría desde nuestros alfas hasta el omega.
En pleno aparato de sentidos erizados recibimos de nuevo al preguntón
de turno, y ya, sin poder aguantarse, alguno le despachó: “Tío, ¿te
quieres callar? ¡Esto es la hostia!”
Tras su vuelta al Albaicín y el encuentro con los pimpollos rockeros del lugar, tal vez en esta vertiente musical el más avanzado de Andalucía, Enrike Potente había redondeado su más extremo propósito artístico: meter en jonduras telúricas al surrealista Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca. Todo empezó en Madrid con una entrevista entre Morente y Leonard Cohen, a quien primero quiso el cantaor dedicar íntegramente el álbum por llegar. De hecho, en el prehistórico momento Enrique, con quien ya habíamos trabajado en la Misa flamenca, nos ofreció la producción artística del álbum.
Leonard Cohen
Dada la imposibilidad técnica de la época para conseguir en España un sonido semejante al que se escuchaba en el superlativo álbum del canadiense, I’m your man, con esa voz en primerísimo plano y a la par rebosante de reverb, procuramos buscarle a Morente el contacto con los responsables de dicha creación. Una vez más, como siempre sucedió con el genial Morente I el Imprevisible, lo anunciado nada tuvo que ver con el producto final.
Enrique Morente (1942-2010)
Lagartija Nick
Así se abre, de largo, el álbum Omega, con la obra que nos prendió en directo, Omega (Poema para los muertos),
unidos Morente, Lagartija, la guitarra de Miguel Ángel Cortés y los
coros y palmas de Antonio Carbonell y El Negri. Llegó a las tiendas,
para quedarse —a pesar de las trampas discográfico/empresariales—, con
la campaña navideña de 1996. Resuenan al comienzo, superpuestos, morentianos
quejíos seguiriyeros con evocaciones al Kyrie de la casa, convertidos
en monocorde polifonía engarzada a la distorsión de las guitarras
eléctricas, disponiendo la armonía precisa para decir el verso a lo
jondo.
Con aire saetero éste se inicia, y avanza a lomos de
bulerías-jaleos, guiños de caña, parándose sobre la batería a reposar
fatigas por seguiriyas de Antonio Chacón y Silverio, cantes
decimonónicos para el bilenio, sobre los que reaparece la monocorde polifonía de ayeos, que dará paso a un colage, por lo bajini,
de la quintaesencia interracial del quejío seguiriyero gramofónico, las
voces de Chacón, Manuel Torre, Niña de los Peines, Caracol y Vallejo;
seguidas vienen protagonistas bulerías del mañana que se alternan con
seguiriyas ancestrales, y más bulerías; bulerías con marcajes de mil
matices para mil y un colores de la plástica del quejío.
FUENTE: ctxt.es
José Manuel Gamboa
12/10/2016
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