De pronto lo vi claro:
¡Que me incineren!... ¡No quiero convertirme en cucaracha!
Saber que voy a formar parte de esos bichos que, a miles, pueblan el cementerio (aunque ya no recuerde ni quién fui) no me hace ni puñetera gracia.
Así que... ¡Incinérenme!... ¡No me permitan esa metamorfosis!
Miguel Ángel G. Yanes
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