Con las alas marchitas,
Deshilachadas, rotas,
Transparentes casi
Por la ausencia de escamas
Que el tiempo le ha robado,
Inicia la postrer travesía
De esta reencarnación.
Zarandeada por un soplo de viento
Húmedo y frío, como una hoja reseca
Hecha de sed y olvido que fenece,
Revolotea, apenas como puede,
Sobre el sueño invernal de las camelias.
Pero un cachorro juguetón la observa
Desde su denso silencio de fiera
Y como está escrito en su felina
Genética de cazador, da un salto,
Y con un blando golpe de su zarpa
La hace caer sobre un mullido colchón
De verde césped, donde fina
La última etapa de este viaje.
Cabe preguntarse -al menos yo lo hago-
Si fue consciente o no, la mariposa,
De su etapa de oruga y del milagro
Absoluto de su transformación.
Luego queda saber si el gato lo sabe,
Si también tú lo sabes, si acaso yo lo sé,
Si hay alguien que lo sabe… pero todo da igual.
Que más da al final, ser soñador o sueño.
Miguel Ángel G. Yanes
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