Tu silencio es un mar oscuro e insondable;
Tu voz marina, olas,
Leves a veces y otras, altos muros de agua
Que amenazan hundir mi corazón:
Un barco de papel que se deshace
Frente a tu costa de isla solitaria.
Mis dedos-naúfragos,
Ateridos de frío, pálidos como muertos,
Trepan por tus caderas, buscan,
Al amparo de tus muslos, dormir
En valles suaves y acogedores,
Entre tus tibias ingles.
Miguel Ángel G. Yanes
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