Nos enfrentábamos
A una de aquella rectas
Grises e interminables
Cuando de pronto un monstruo
Trepó por el talud
Terroso de la izquierda.
Elevó sus orugas
Y mostrando un instante
Su metálico vientre,
Cayó sobre el asfalto
En sentido transverso
A nuestra marcha.
Lo que nos obligó
A frenar de repente
Y contemplar absortos
A la majestuosa criatura
Cruzar la carretera
Hacia el talud opuesto.
Mientras la máquina
Traqueteando huía
campo a través, un padre,
Mudo y desencajado.
Corría tras ella
Con los brazos en alto.
Miguel Ángel G. Yanes
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