El cineasta José Luis García Sánchez.- EFE
Nadie en el cine español ha sabido nunca contagiar de entusiasmo por un proyecto, por una idea, como José Luis García Sánchez. Fanático de la cultura, lector incansable, hombre-enciclopedia del cine, su rapidez y su sentido del humor único, mezclados con una naturaleza no sé si más ácrata que aventurera y con una honestidad y humanidad tan nobles que hacen casi llorar, le convierten en material muy valioso que hay que proteger y mimar. Pareja de hecho profesional de Rafael Azcona, el autor de Las truchas (Oso de Oro en Berlín), La corte del Faraón, Divinas palabras… va a vivir una anomalía en el cine de hoy, el feliz reestreno de una de sus películas, El vuelo de la paloma.
Con guion escrito junto a Azcona y con un reparto ya mítico en el que están casi todos los grandes de la comedia, la historia transcurría toda en la Plaza del Conde de Barajas de Madrid, en donde se rodaba una película sobre la Guerra Civil. Paloma (Ana Belén), una mujer de barrio, conoce al actor al que admira (Juan Luis Galiardo) y se lanza a vivir su fantasía. Alrededor, personajes inolvidables, más o menos estrafalarios, más o menos torpes, se convertían en un microcosmos —en el universo de José Luis y Azcona— muy descriptivo de la España de 1988. El vuelo de la paloma es muchas cosas, entre otras, la película en la que “Juan Luis Galiardo se desmitificó a sí mismo”.
Este reestreno…
Ha sido un empeño mío. Esta película es como un hijo
damnificado por la naturaleza, se ha visto poco. Las películas también
tienen derecho a los exámenes de septiembre.
‘El vuelo de la paloma’…
…Es una Madame Bovary de barrio.
¿Y…?
Y en ella están casi todos mis amigos, menos Juan Diego, que me parece que estaba haciendo teatro en este momento.
Esta película es sainete sin matices, ¿fue su homenaje al género?
Es que el sainete es un género que está poco hecho y,
por algún motivo, ha caído el manto de la vergüenza sobre él, aunque es
el género español por excelencia. Aquel cine italiano que tanto
veneramos viene del sainete del teatro español, vía Nápoles. En la
España de los autos sacramentales, el teatro indecente se refugiaba en
Nápoles. El vuelo de la paloma es un sainete madrileño y no es un
esperpento, porque no está forzado. Es un espejo plano, no cóncavo. Con
negros haciendo de figuración, que era lo suyo.
¿Ha vuelto a ver ahora la película?
Todavía no, pero me la sé.
En ella hay mucho de la fantasía, o del espejismo, según se mire, del cine, ¿no?
Sí, la fantasía del cine y Juan Luis Galiardo
arrancándose los pelos del pecho de galán. Era el espejismo de esa chica
de pueblo que veía de pronto todos sus sueños al alcance de su mano. Y
que no estaba dispuesta a dejarlos escapar. Emprendía vuelo, aunque
todos sabíamos que volvería enseguida.
La protagonista era Ana Belén…
…porque yo quería que hiciera una película de
verdad, verdadera, no quería que hiciera un personaje. Paloma está muy
cerca de un personaje que podría haber sido ella, que tiene el oficio de
hacer de Ana Belén.
Rodó cuando se celebró la huelga general contra el PSOE en 1988.
Y dejamos que pasara toda la huelga por la plaza.
Uno de los huelguistas era el actor Luis Perezagua, que preguntó a Juan
Luis Galiardo: “¿Y tú qué dices de la huelga?” Y él: “¿Qué dice Fernando
Fernán Gómez?”
La película sucedía toda en aquella Plaza del Conde de Barajas.
Sí, allí había vivido María Zambrano y en los
Estudios Cinearte, en los años 39 al 42, estuvo la sede de la Gestapo.
También estaba el tribunal donde iba la gente a divorciarse. Lo primero
que pensamos Rafael Azcona y yo fue en hacer una película que sucediera
todo en un solo sitio.
De Conde de Barajas al Festival de Berlín, donde se rio mucho la gente ¿verdad?
De Conde de Barajas al Festival de Berlín, donde se rio mucho la gente ¿verdad?
Sí, pero no entendieron nada. No entendían cómo un
señor podía atravesar la plaza con la comida, eso que aquí vemos todos
los días. La película es un retrato de cómo era España en ese año.
¿Un buen motivo para el reestreno, recuperar el cine como parte de nuestra memoria?
Pues esa sería una de las vetas por las que el cine
tendría una salida. Reestrenos de vez en cuando de películas singulares
por la razón que sea, lo mismo que se hace con los libros. Esta es una
iniciativa de la distribuidora AContracorriente, pero el primero que lo
hizo fue Jesús García de Dueñas, que se fue un día a un cine de barrio y
estaban poniendo El extraño viaje y él la rescató y la convirtió
en el clásico que es hoy. Creo que deberíamos empezar a hacer esto.
Rescatar películas. Con algunas no hace falta, no hace falta con Bienvenido Mr. Marshall, pero, por ejemplo, ¿Muerte de un ciclista?
Hablando de recuperaciones, usted recuperó la figura de María Zambrano en ‘María querida’.
Y ahora estoy obsesionado con los poetas que
perdieron la guerra, miles. Mucho Lorca y mucho Alberti, pero… Bernardo
Sánchez está escribiendo un libro sobre un retrato que se hizo en la
tertulia del Café Varela, "Verso a medianoche", donde se reunían para
lamerse las heridas de la guerra. Ahí hay cincuenta escritores que eran
genios. No se trata de recuperar solo a los fusilados, también hay que
recuperar a los vivos. Además, no son solo las víctimas de la guerra,
también son las de la posguerra. La bonhomía de la izquierda ha hecho
una pequeña parte. Los rojos damos cariño, pero no es suficiente.
No consiste en ponerle una calle, sino en leer sus
libros, que, por cierto, son apasionantes. Eso sí, con la película acabé
harto de los zambranólogos. Hay mucho que hacer.
Antes ha dicho “el cine tendría una salida”, ¿lo ve mal?
Está viviendo un momento complicado porque cada día
es más poderoso y, al mismo tiempo, está acabado. El cine industrial en
España se está hundiendo por una visión deformada, por prejuicios
imbéciles, de lo que es un productor. El productor es el verdadero autor
de la película en el terreno industrial. Ya no queda la producción como
forma de ludopatía.
No entiendo eso.
El productor es un ludópata y lo que saca con una película lo invierte inmediatamente en la siguiente.
¿Y desde el punto de vista del cine como Cultura?
Ana Belén y Juna Echanove en "El vuelo de la paloma"
Es riquísimo, aunque aún sufre por herencias del
pasado. El cine español ha tenido un gran enemigo, como toda la cultura,
que es la iglesia católica. Y eso se juntó con el problema luego de la
industria. ¡La de destrozos con toda la cultura que ha hecho! y con toda su razón, porque la cultura sirve para hacer libres a todos los hombres
y ellos lo que quieren es hacerlos esclavos.
¿Cuándo dejó de molestar la iglesia, empezó el PP?
Sí. La representación de la iglesia es el PP. La
derecha española va a muerte contra todo lo que sea fantasía, libertad y
creación.
Y en este panorama de hoy, ¿se podría hacer ‘El vuelo de la paloma’?
No se puede hacer ahora, no hay presupuesto para
pagar a los negros de figuración todos los días, no salen las cuentas.
Los protagonistas, sí, los podrían liar, pero a los obreros del cine,
no.
Hablando de obreros, ¿cómo recuerda hoy la bronca que se montó con la llegada de los actores argentinos a ‘Las truchas’ (1978)? Porque usted es un gran responsable de que muchos se quedaran aquí.
Antonio Resines y Juan Luis Galiardo en "El vuelo de la paloma"
Cuando llegaron todos los actores huyendo de la
represión, nuestra obligación política, moral, ideológica, humanitaria…
era acogerlos. Las truchas era una película coral ¿cómo no iban a
tener sitio? Pero entonces el sindicato de clase y progresista CC.OO.,
que en el cine habíamos fundado Enrique González Macho y yo, se
presentaba todas las tardes para defender a los actores españoles y que
no trabajaran los argentinos.
Y teníamos asambleas latosísimas. En una de ellas, la actriz Carla Cristi dijo que lo bonito era que estuviéramos todos juntos y otra actriz le dijo que eso era muy fácil decirlo no siendo española. Entonces, Carla sacó su carné de UGT y dijo: “Soy afiliada a UGT desde 1939, me afiliaron mis padres antes de tener que salir exiliados”. Así conseguimos cerrar ese capítulo vergonzoso del cine español.
Y teníamos asambleas latosísimas. En una de ellas, la actriz Carla Cristi dijo que lo bonito era que estuviéramos todos juntos y otra actriz le dijo que eso era muy fácil decirlo no siendo española. Entonces, Carla sacó su carné de UGT y dijo: “Soy afiliada a UGT desde 1939, me afiliaron mis padres antes de tener que salir exiliados”. Así conseguimos cerrar ese capítulo vergonzoso del cine español.
Hablando de ‘El vuelo de la paloma’ decía que no era esperpento, eso me recuerda su ‘Tirano Banderas’.
Fuimos a ver a Gian María Volonté a Italia para
preguntarle si quería hacer la película. Y nos dijo que él no hacía
spaguetti westerns. Le explicamos que era un texto de Valle-Inclán, pero
él no lo conocía. Le enviamos libros y el guión y nos dijo que lo
haría, pero que él no salía con ningún arma en ninguna película.
Cuando rodamos, fue su última película, tenía un cáncer terminal y me decía: “García, rápido que me muero”. Nos hicimos bastante amigos. Él era del Partido Comunista de Italia y un día me dijo que admiraba mucho el cine español porque había estado en una asamblea política y un actor se había levantado y había dicho: “Si no hay cubalibre, no hay asamblea”.
Cuando rodamos, fue su última película, tenía un cáncer terminal y me decía: “García, rápido que me muero”. Nos hicimos bastante amigos. Él era del Partido Comunista de Italia y un día me dijo que admiraba mucho el cine español porque había estado en una asamblea política y un actor se había levantado y había dicho: “Si no hay cubalibre, no hay asamblea”.
Gian María Volonté (1933 - 1994)
¿Quién fue?
Manuel Huete.
En ‘El vuelo de la paloma’ ¿no es el que saca la cartilla militar de Hitler de la basura?
Sí. Va a verle Luis Ciges, que interpretaba a un
asesor histórico de Televisión Española y el otro le dice que Hitler
está vivo, que le ha visto muchas veces, que tiene su cartilla militar.
Lo difícil de eso era verlo y que fuera creíble.
Y Volonté…
Se murió y nos invitó al funeral.
¿Cómo?
Sí. Lo había dejado preparado. Y fuimos Rosa (Rosa
León) y yo y nos alojaron en su casa, que era la de su mujer, bueno en
realidad del padre de ésta, que era Eduardo de Filippo. Y estaba todo
¡lleno de obras de Valle-Inclán! Y al día siguiente fuimos al
Ayuntamiento a la ceremonia, que consistió en la proyección de Tirano banderas.FUENTE: publico.es
Begoña Piña
Madrid - 29/07/2018
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