(Robo un trozo pequeño de secreto
nocturno)
Golondrinas de mar
de cristalino pecho:
saetas de la tarde.
Sus alas puntiagudas,
tímidas pinceladas
oscuras del reverso,
traspasan -un suspiro-
la bóveda celeste,
ahora engalanada
de malva y de silencio,
y se clavan al sueño,
imperio de la noche,
que resbala silente
por mi pecho.
Miguel Ángel G. Yanes
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