El pinzón azul del Teide viene,
Dando tímidos saltos a mi vera,
A la última umbría en que los
pinos
Pierden nombre de bosque y se
transforman
En el blanco fulgor de la
retama.
Busca cobijo, leve amparo del
sol
Que, ardiente luce bajo el páramo
helado:
Mágico fuego de cristal que
parece
Devorar este mundo de soledad y
silencio.
Absorto en su labor de rebuscar
Entre las agujas de los pinos
algo
Con que nutrir a su progenie,
escarba,
Picotea con ansias la hojarasca
Y con un giro brusco de la cabeza
forma
Un remolino de aguzadas
acículas.
Es el chasquido seco de mi
cámara
El que lo espanta; y alza fugaz
vuelo
Sobre el albo desierto que
desciende
Por las nevadas faldas del
volcán.
Hipnotizado quedo, absorto, henchido
Por el relámpago azul que surca
el cielo
Y el solitario trino en el que
estalla.
Miguel Ángel G. Yanes
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