Marcha, la ingenua tropa, a la guerrilla,
A conquistar baldíos territorios
En la estúpida guerra de la calle.
Van sin armas al uso: sin espadas,
Arcos, ballestas, lanzas… solo piedras
Que en los bolsillos y en ambas manos portan,
Porque a pedrada limpia es la batalla
Que dilucidará quiénes son “dueños”
De algún terreno para jugar al fútbol,
Unos arbustos que servirán de selva
O una caseta de cartones viejos,
Donde, generales de calzón corto,tomen
Necesarias medidas y dispongan
Concienzudamente su estrategia.
De niños no veíamos la sinrazón
De aquel enfrentamiento de mayores tampoco)
En un absurdo empeño de tomar
El control de las cosas, imitando
A aguerridos soldados que morían,
Sin orden (absurda incongruencia)
Ni concierto, defendiendo intereses
Ajenos y lejanos, convencidos
Por arengas patrióticas y hueras
Palabras de políticos “honrados”,
De que tanto dolor, tanta tristeza,
Toneladas de angustia, sangre y muerte,
En realidad servían para algo.
La guerrilla urbana de los niños
Solía concluir sin condiciones
Cuando una piedra helada aterrizaba
En alguna cabeza y un piquete
Advertía con sangre la inminencia
Del final del combate: un armisticio
Que, sin vencedores ni vencidos,
Se sellaba en el rojo desenfreno
De un pañuelo de tela que, empapando
Su blancura en la brecha, provocaba
Infantil estupor en las miradas.
Miguel Ángel G. Yanes
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