Hay, como poco, un pirómano-a, en la zona de Cruz del Señor-Barrio del Perú en Santa Cruz de Tenerife.
En la última noche han ardido varios contenedores de basura (y no es la primera vez), principalmente los azules que, por contener papel, arden con mayor facilidad. Algunos pudieron ser apagados a tiempo, pero otros se convirtieron literalmente en cenizas.
El peligro manifiesto de que el fuego se propague a las viviendas, viene acrecentado por la posibilidad de que ardan los vehículos cercanos a dichos contenedores, con la posible explosión de los depósitos de combustible, lo que podría acarrear una tragedia de gran magnitud, amén de la propia destrucción de los vehículos, con lo que ello conlleva para nuestra precaria economía.
No sé si será mucho pedir que la policía (municipal o nacional -igual me da-) acreciente su vigilancia por la zona, a fin de localizar a este-a-os-as enfermos, maníacos del fuego.
Quiero puntualizar que implico a ambos sexos, habida cuenta de una peculiar anécdota que me ocurrió hace años: “Alguien quemaba los botones del ascensor en el edificio donde vivo”. Lógico era pensar que el culpable tenía que ser un fumador, pero hete aquí que no sólo se usan encendedores para prender cigarros o cigarrillos, también se utilizan para encender petardos, para quemar aviones de papel antes de lanzarlos desde el balcón, para alumbrar en los conciertos, para hacerle la puñeta al prójimo… Y éste era uno de esos casos.
Cierto día, al acceder a la cabina del ascensor, tropecé con dos jovencitas que salían de él. Unas risitas nerviosas me hicieron sospechar que algo inusual ocurría. En efecto, los pulsadores, a medio derretir, todavía estaban calientes.
Así que, en aras de la igualdad, habrá que buscar pirómano-a-os-as, que “tanto queman, queman tanto”.
Miguel Ángel G. Yanes
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