17/10/15

EL PALACETE

Agradezco profundamente a mi buen amigo Miguel Ángel Guerrero, el envío de la fotografía adjunta, en la  que se muestra el palacete que existió en la Avenida de Bélgica, formando esquina entre las calles Dr. Jiménez Díaz y Severo Ochoa, de esta ciudad nuestra de Santa Cruz de Tenerife.


Se lo agradezco de corazón porque sé la ardua labor de búsqueda que ha llevado a cabo entre miles de fotografías antiguas, desde que le comenté la existencia de dicha construcción que él no recordaba, hasta dar con esta estupenda toma, no sólo del palacete sino del Hotel Bruja (hoy Apartamentos Bruja) que, en ese momento, aún se hallaba en construcción. 

No tengo referencia exacta de la fecha, pero debió ser tomada aproximadamente a mediados de los años 60, ya que, según consta en la página web del C.I.T. de Tenerife, en dicha década existían 8 hoteles en la ciudad: El Bruja entre ellos.

Hotel Bruja

Quiero abundar en el palacete en cuestión, no sólo porque siempre me pareció de una belleza encantadora, sino porque de jovencito, apenas con trece o catorce años, y cuando la propiedad estaba ya abandonada, llegué a refugiarme en su buhardilla  y pasar alguna noche allí, tras dejar el hogar por alguna sonada discusión con mis mayores.

Nunca entendí por qué nadie se preocupó por preservar aquella magnífica construcción, con su torre redonda, su hermoso balcón, su buhardilla... hasta que, de repente, un día, le metieron pico y pala y acabaron demoliéndolo para... ¡agárrense ahora!... convertir el solar en un simple "cagadero de perros", porque, aunque lo llamen plaza, le hayan puesto dos bancos y unos arbolitos, sólo se usa para eso.

Plaza de Río de Janeiro

No sé bien por qué, pero es un sitio que no invita a disfrutar de él. Con la pared de una vivienda a la espalda (en la que se ha llegado a pintar un mural para darle algo de vida) y abierto a dos bocacalles, tiene una ubicación asaz extraña o desangelada. Tal vez sea una paranoia mía, pero alguna vez me senté allí y terminé marchándome por no encontrarme a gusto. De hecho, casi nunca he visto a nadie ni en aquellos bancos ni sobre sus muros.

Lo he comentado con algunas personas, y hubo hasta quién me habló de brujas, relacionándolas con el nombre del antiguo hotel, pero solo es un anagrama formado por las primeras letras de los apellidos de sus constructores: los hermanos Bruno y Jaime Piqué.


Para mí que, en aquella esquina, una vez desaparecido el curioso palacete, quienes quedaron abandonados a su suerte fueron los fantasmas que un día lo habitaron; el mío entre ellos. 

Miguel Ángel G. Yanes


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