10/12/10

UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA


A diario, entre las 8 y 8,30 de la mañana, después de mi paseo matutino, de haber tomado mi dosis diaria de cafeína y haber leído el periódico local en un bar cercano (todavía me pueden el tacto del papel y el olor de la tinta), enciendo el cachivache este y, antes de ponerme a escibir como un loco, voy directamente al correo electrónico, para enviar a mis amigos "una de cal y otra de arena": dos envíos diferentes; uno referido, bien sea a la actualidad política, económica, social, cultural... incluso algún mensaje poético, moral o filosófico, y otro (para quitarle hierro al asunto) de tipo humorístico o anecdótico.


Desconozco cuándo llegarán a leerlos, pero como la mayoría están trabajando ya, a esas horas, en algún terminal informático, doy por hecho que, al ser casi instantánea su recepción, en cuanto tengan un minuto libre los abrirán. No obstante, en un momento dado, me frené en seco pensando que, tal vez, habría gente a la que le molestaría recibir a diario estas dos paletadas; así que le envíe a todos el siguiente mensaje:
Reconozco que los entullo a correos electrónicos. Normalmente lanzo un par de ellos a diario (aunque no a todos) Suelo enviar los que más me hayan impactado, los que considere temas importantes o los que, humorísticamente, crea que lo merecen. Si a alguien no le interesan, con tirarlos a la papelera, asunto resuelto, pero entiendo que es un coñazo; así que, ruego a los que no deseen recibirlos de aquí en adelante, que me reboten este mismo correo indicándolo.


Curiosamente sucedió todo lo contrario. Muchos de ellos me escribieron rogándome que no dejara de enviarlos; cosa que me desconcertó, porque sólo tenían que hacerlo "los otros", pero también me alegró saber que estas paletadas diarias de cal y de arena, no caen en saco roto.


Miguel Ángel G. Yanes
  

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