12/1/18

INVISIBLES INSECTOS

A mis oídos llegan, como invisibles insectos, los diálogos ajenos: pueden ser moscas, mariposas, cigarras... que se posan de pronto en mis orejas porque no llevo móvil (celular) y siempre estoy atento a lo que sucede a mi alrededor; vicio este que observo ha perdido la inmensa mayoría de los ciudadanos que, absortos en sus "cacharros", no se enteran de lo que está ocurriendo en torno suyo. Parece que la vida transcurriera allí adentro y que lo de afuera no tuviera demasiada importancia.

Éramos varias las personas que esperábamos el cambio de semáforo para cruzar la calle. De repente, una de ellas, una señora de mediana edad, aparta la vista de su "pantallita" y se fija en otra mujer que se halla a su lado, inmersa también en lo que le muestra su artilugio.


- ¡Lola!... Cuanto tiempo sin verte. ¿Cómo estás?

- ¡Bien!, dice la otra un pelín molesta porque le ha cortado el rollo. ¿Y tú?

- Pues no me quejo, aunque ahora mismo tengo consulta con mi doctora en el ambulatorio.

En ese instante, la casi eterna luz roja del semáforo de peatones cambia a verde y cruzamos.
 

- ¿Y las navidades qué tal? 

- Como siempre, en casa. Pero tuvimos un disgusto del carajo: mi hija María "estalló" el coche en la autopista. Lo dejó hecho una...

No pude seguir escuchando el diálogo porque tomamos diferente camino, pero me quedé rumiando aquella frase: ¿El disgusto fue qué la hija estallara el coche? ¿Y ella, la conductora? ¿No tendría más lógica haber comenzado diciendo que su hija tuvo un accidente y explicarle que tal se encontraba, y que le dieran por saco al puto coche? ¿O es que el melón se me está agrietando más de la cuenta?


Creo que este tipo de diálogo lo voy a encuadrar en el grupo de los avispones.

Miguel Ángel G. Yanes

No hay comentarios:

Publicar un comentario