14/4/14

RADIO ESPAÑA INDEPENDIENTE

Cuando era niño, a caballo entre las décadas de los años 50 y 60 del pasado siglo, escuchaba todas las noches junto a mi abuelo Juan, Radio España Independiente, denominada también La Pirenaica, porque se creía ubicada en algún lugar de Los Pirineos, emisora a través de la cual transmitía el Partido Comunista de España desde el exilio; en principio desde Moscú donde comenzó a emitir el 22 de julio de 1941, y que, posteriormente, ante el avance alemán sobre la Unión Soviética, fue trasladada a la ciudad de Ufa en la República Autónoma de Baskiria donde permaneció hasta 1955, año en el qué, sin saberse a ciencia cierta por qué, fue a parar a su ubicación definitiva en Bucarest, capital de Rumanía.


Oír aquella lejana emisora, entre chasquidos, pitidos y toda suerte e interferencias con las que el Régimen intentaba silenciarla, era la única forma de enterarnos de lo que ocurría allende nuestras fronteras, porque el gobierno franquista controlaba férreamente todas las comunicaciones del país, y el bloqueo de la información exterior era total. De hecho, el saludo diario de la emisora a sus radioyentes era siempre el mismo:

“Aquí Radio España Independiente, estación pirenaica, la única emisora española sin censura de Franco”

A pesar de las múltiples ruidos empleados para intentar acallar su sintonía, La Pirenaica había que escucharla bajito, o se corría el riesgo de que algún vecino o vecina pudiera denunciarnos, ya que, su simple audición estaba consideraba como un gesto de oposición al franquismo.


Cada vez que mi abuelo encendía aquel aparato de radio: una Philips con estructura externa de baquelita, teclas, perillas y sintonizador a válvulas (regalo que le había traído desde la lejana Persia un marino impenitente: Manuel, su hermano menor) y comenzábamos a buscar con sumo tacto la señal en el dial, la abuela Melania se ponía cardiaca con solo escuchar los primeros silbidos.

- ¡Juan, por favor, quita eso!

- Sé que es una venganza pírrica, pero al menos disfruto oyendo como ponen a "Don Claudio*" como un trapo.



 (*) Mi abuelo Juan, siempre con su sorna característica, toda la vida llamó a Franco, "Don Claudio". Decía que no tenía confianza alguna con él, y le parecía una falta de respeto llamarlo "Claudillo".

Miguel Ángel G. Yanes

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