29/8/12

PALOMAS URBANAS

Las palomas, durante siglos consideradas símbolo de la paz, se han convertido en verdaderas plagas en determinadas ciudades.




Las palomas urbanas están tan acostumbradas al tráfico rodado, que ya puede pasar una moto a toda pastilla junto a ellas, que no alzan el vuelo; a lo sumo se ruedan un poco, con sus cortos pasitos y ese movimiento tan típico del cuello, pasando olímpicamente de nosotros y de nuestros vehículos.

Atendiendo a sus hábitos urbanos, podemos decir que han cambiado su dieta granívora por otra prácticamente omnívora; comen todo tipo de cosas, desde saladas hasta dulces, incluso picotean salsas, tales como ketchup o mayonesa. Merodean por terrazas de bares y chiringuitos, patrullan la arena de las playas urbanas e incluso se atreven a entrar en dulcerías y cafeterías, en busca de migajas.



No cabe duda de que, en su justa medida, las palomas dan un toque natural de belleza a plaza y jardines. Sirva de ejemplo la plaza Gabriel Miró de Alicante que, aunque haya perdido la prestancia de su antigua estructura (cuando se hallaba en alto con respectos a las edificaciones y tenía más vegetación que ahora) sigue conservando su blanca nube de palomas, para solaz de niños que corren tras ellas y de ancianos que, a la sordina, las alimentan.



Reconozco que, careciendo las palomas de enemigos naturales que controlen su número, no le queda otro remedio al humano que tomar cartas en el asunto cuando, aquéllas, llegan a ser legión en las ciudades, con los problemas que conlleva: transmisión de determinadas enfermedades, y el grave handicap para la higiene que suponen sus excrementos que, al ser sumamente ácidos, y expulsados en grandes cantidades (alrededor de 1 kg. mensual por animal) deterioran fachadas de edificios públicos, viviendas  y monumentos, amén del desagradable olor que desprenden. Aún así, estoy en contra de las capturas y matanzas indiscriminadas, que resultan de una crueldad innecesaria e inútil, ya que, al ver menguar tan drásticamente su población, procrean con mayor asiduidad para restablecer así su propio equilibrio. Tal vez cabría plantearse la instalación de palomares urbanos ecológicos, atendidos adecuadamente, como un método alternativo más eficaz para su control.

Miguel Ángel G. Yanes

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