25/7/12

LA BOLSA

Existen distintos tipos de bolsas: de papel, de plástico, de tela, de cuero, de goma... aunque todas cumplen funciones similares: sirven para contener algo.

A los chicos, allá por los años de Maricastaña,  nos encantaba hacer estallar las bolsas o cartuchos de papel (eran las más comunes), cuando estaban vacías; para ello era menester inflarlas soplando en su interior y, una vez llena de aire y cerrada, golpearla con fuerza contra la palma de la mano. Pues algo así se me antoja que ocurre con la Bolsa de Valores.
 

La actual Bolsa, cuyo nombre proviene de la familia belga Van der Bourse, es una institución económica donde se efectúan transacciones públicas de compra y venta de valores, y otras operaciones análogas, y que, en los últimos tiempos, se fue hinchando artificialmente de manera desorbitada, y ahora, está a punto de reventar bajo la mano de hierro de los mercados.


Dicen los entendidos, que son las dudas sobre la salud de la Banca, las que hacen caer la Bolsa en nuestro país y repuntar la Prima de Riesgo, que se ha disparado por encima de los 640 puntos.

A mí, que soy lego en la materia, esta Bolsa ni me enfría ni me calienta; nunca he recurrido a ella. Yo prefiero la de goma de toda la vida que, llenándola de agua, tan buen resultado da, ya sea para calentarle a uno los pies o enfriarle la cabeza. Y a la Prima esa no tengo el gusto de conocerla.


Observando, detenidamente, la actual situación bursatil española, con todos sus valores teñidos de rojo y en constante descenso, tengo la sensación de que, en breve, síndico, agentes, corredores y público en general, no tendrán más remedio que entrar por el sótano, a fin de poder contemplar las correspondientes gráficas.


Miguel Ángel G. Yanes

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