29/7/11

FULANITO

Dando tumbos por los pasillos virtuales de la Red, he tropezado esta mañana con una frase categórica atribuida a Pitaco de Mitilene, uno de los siete sabios de Grecia, que vivió entre los años 640 y 568 A.C.


"Si queréis conocer a un gran hombre, revestidle de un gran poder.”

Al hacer una referencia genérica, enseguida me vino a la boca la palabra fulano que, dicho sea de paso, ya no es tan de uso común como antaño; tampoco sus sinónimos ordinales, mengano y zutano.  Incluso recuerdo una canción de los años setenta, cantada por Pere Pubill Calaf "Peret", en la que jugaba con estas palabras. Aquí, en Canarias, adoptamos también ciclano, al parecer importada de Cuba y con el mismo significado, en clara alusión a alguien cuyo nombre se desconoce o no quiere expresarse.


Como los canarios somos muy dados a los diminutivos, terminándolos siempre en "ito" e "ita", según el género al que correspondan: camioncito, viejita, niñito, carterita... lo hemos llevado también a la tríada anterior, que queda reducida a fulanito, menganito y zutanito. Es por ello que he trasladado la frase de Pitaco de Mitilene a nuestro lenguaje habitual, para decir prácticamente lo mismo pero empleando nuestros queridos diminutivos:

 
“SI QUIERES SABER QUIÉN ES FULANITO, DALE UN CARGUITO”

Miguel Ángel G. Yanes
 

25/7/11

LA CHOLA

Hoy me apetece divagar un tanto sobre la palabra chola.

Si la buscan en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, observarán que sólo aparecen dos acepciones:

1. f. coloq. Cabeza (y por extensión, entendimiento, juicio)

2. adj. Am. Mestiza de sangre europea e indígena (masculino, cholo).


Pero para nosotros, los canarios, chola, es un tipo de calzado ligero,   playero incluso; lo que en otras latitudes se conoce como chancleta. Aunque, hurgando en la Red, he visto que en Venezuela se denomina así al pedal del acelerador de los automóviles. Tiene mucha lógica, porque es ahí donde se apoya la chola, dando pie también a la frase "dar chola" para apresurar la ejecución de algo.

En las islas es bastante frecuente decir "está como una chola" para significar que alguien no está bien de la cabeza. Pero lo que me ha dado pie para escribir esta entrada, ha sido el recuerdo de una anécdota contada por mi amigo Tono, relativa a los años de la infancia. Todos los que pasamos ya de la cincuentena recordaremos (unos más y otros menos) aquellos cholazos que daban nuestras madres cuando nos portábamos mal o no obedecíamos sus directrices. La chola era un arma temible en las manos maternas, sobre todo si la cegaba la cólera y terminaba arreándote por donde te trancara.


Pues Tono contaba que no había forma humana de escapar de la chola, porque por mucho que intentara huir, siempre recibía su ración de cholazos.

- Mi madre -decía él- en aquellos tiempos, ya tenía una chola ¡teledirigida!... y es que, aunque echaras a correr o hicieras mil quiebros en la huida, ella la lanzaba tras de ti y siempre... siempre, te acertaba.

Miguel Ángel G. Yanes

21/7/11

EL DOGAL QUE NOS CIÑE


Muchos son los que piensan que mi postura crítica con respecto a los teléfonos móviles y otros cacharros ("buenas noches amigos y enemigos"*) implica un rechazo frontal a la evolución tecnológica. Quiero aclarar que esto no es así. Sólo me planteo si el enfoque que se le da a la utilidad de esos trastos, nos llevará  por el camino correcto, aquél que nos conduzca a un reparto equitativo de la riqueza y a una sociedad más culta, libre y justa. Y llego a la conclusión de que no, porque a pesar de tener tantos trastos y tantos adelantos técnicos a nuestro alrededor, en lo esencial avanzamos poco o nada. Es más, son instrumentos que, aunque su uso nos beneficie en parte, a quiénes realmente favorece, generándoles pingües beneficios, es a los que nos controlan y manipulan, sin que nos demos cuenta.

Sólo unas determinadas familias de ricachones, una élite, son los únicos que, a nivel internacional, progresan, medran, viven desahogadamente, haciéndose, a su vez, con el control de todos los recursos del planeta a través de grandes holdings, bancos o empresas multinacionales, sirviéndose para ello de la tan cacareada globalización. Mientras, el resto de la humanidad, sufre diferentes formas de esclavitud: física, mental, económica, lo que provoca un claro estancamiento con respecto a los poderosos que, con todos los hilos en sus manos, optan por mantenernos a raya; no siempre a golpes o a tiros, como antaño, sino de una forma mucho más sutil: dejándonos caer unas migajas, generándonos una serie de dependencias y sobre todo, haciéndonos creer que somos libres.


Ahora que se ha destapado la caja de los truenos con el escándalo de las escuchas telefónicas en el Reino Unido, tal vez algunos entiendan mi postura. Ellos ("los que dividen y matan, los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños..."**) jamás pensaron que la facilidad que tiene hoy el pueblo para acceder, a través de Internet, al conocimiento y a la información, fuera tan peligroso para sus intereses. Sí no, a buena hora nos habrían abierto esa puerta) Ahora, repito, cuando se descubre hasta dónde llega la manipulación de la ciudadanía por parte del poder, hasta dónde nos hacen bailar a su antojo, es el momento de preguntarse: ¿Queremos seguir siendo títeres, muñecos, marionetas... ejércitos de hormigas, carne de cañón... prestos a luchar y a morir defendiendo los intereses de unos pocos, convencidos de que lo estamos haciendo por nuestros derechos, por nuestras libertades, por nuestros hijos?... ¡Ja!

¿De qué nos sirve que el dogal que nos ciñe lleve piedras preciosas?

(*) Resumen de noticias - Silvio Rodríguez.
(**) No me llames extranjero - Rafael Amor.

Miguel Ángel G. Yanes
 

17/7/11

HOY ME VOY A METER CON UN PREMIO NÓBEL DE LITERATURA

¡Sí!... como lo leen. Me voy a meter con el eximio Sr. D. Camilo José Manuel Juan Ramón Francisco de Gerónimo Cela Trulock (q.e.p.d.) académico de la R.A.E., Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1987, Premio Nóbel de Literatura en 1989, Premio Cervantes en 1995, y Marqués de Iria Flavia en 1996; más conocido como Camilo José Cela, remitiéndome a una frase suya.


En cierta ocasión en que le preguntaron sobre la inspiración poética, contestó que aquello era sólo una invención de los poetas, y que la única inspiración, devenía de clavar los codos en la mesa y estrujarse los sesos.

¡Coño! – dije para mis afueras (porque de hecho se oyó bien alto y claro) este individuo tan famoso y tan galardonado, aunque logró escribir poemas, jamás sintió el repentino y profundo estremecimiento de la Poesía; de lo contrario, no se explica tal afirmación.

Reconozco que no está bien meterse con quien no puede defenderse, pero tampoco está bien hablar de lo que no se conoce.

Miguel Ángel G. Yanes

13/7/11

AUNQUE SEA ERRÓNEO

Hay palabras con las que me peleo de continuo. Desconozco la razón, pero a la hora de escribirlas, algunas se me resisten tremendamente. Me ocurre, por ejemplo, con la palabra lámpara; no sé si será debido a la extrema sensibilidad del teclado del ordenador, pero siempre le casco una vocal de más, y termino escribiendo lámapara, aunque... ahora que lo pienso, esto ya me sucedía con la máquina de escribir; tal vez sea algún tipo de dislexia o algo así. Me ocurre lo mismo con párpados y con algunas otras que, justo ahora, no acuden a mi memoria.


Hay una anécdota de mi época de oficinista (mal "limpriadito" tiempo) que justo viene al pelo. Mecanografiaba yo, en aquella época, las cartas de remisión de facturas a las entidades bancarias, y tras una tediosa jornada aporreando teclas sin descanso, pasé el tocho de escritos a la firma del jefe. Éste las revisó y me las devolvió ya rubricadas. Pero, justo al doblarlas para introducirlas en los correspondientes sobres, una palabra llamó mi atención: CERDITO. Había escrito, en el encabezado de la carta, Sr. Director del BANCO ESPAÑOL DE CERDITO. Lo corregí sobre la marcha, pero me quedé pensando, por cuántas manos habría podido pasar sin que nadie reparara en ello. Y es que, muchas veces, la rutina y la lógica nos vencen, y nos hacen ver, no sólo en los textos, sino en las múltiples facetas de la vida, aquello que consideramos obvio... aunque sea erróneo.

Miguel Ángel G. Yanes

7/7/11

ESTA NARANJA AZUL (POEMA)

No me creo eso de que lo hayan matado por error.
"Ellos" saben muy bien cuál es la voz del pueblo e intentan silenciarla;
tarea inútil, porque es imposible erradicar su eco.


(A Facundo Cabral, en la memoria)

Aunque las aves de presa hayan logrado
picotearte con saña el pecho y darte
una muerte feroz, tan sólo muere
la carcasa que habitas: ese cuerpo
donde amaste y soñaste un simple instante,
un destello fugaz, apenas nada.

Pero ha bastado el brillo de tu estrella
erradicando las sombras a su paso,
liberando los sueños uno a uno,
dando a luz ese pulso que hará libre
algún día a los pueblos de la tierra.

Y esa conciencia, aturdida y febril,
despertará por fín y sentiremos,
más allá de culturas, religiones,
filosofías, leyendas, mitos, razas...
que una sola humanidad palpita
sobre la frágil piel de esta naranja
delicada y azul.

Ten por seguro, amigo, ¡no lo dudes!
que aunque, físicamente, ya no habites
tu conocida forma, y estos ojos
humanos no te alcancen,
estarás siempre aquí, junto a nosotros:

Vivirás en la voz, en la esperanza,
en las profundidades del alma de los pobres,
en el hondo latido de sus pechos,
en las grietas de sus dolientes manos,
en su risa, en su lecho, en su tristeza,
en la sed de sus ardientes labios,
en su amor, en sus ansias,
y en el golpe rotundo de sus párpados.

¿Lo oyes?

Es el eco de tu voz marcando,
metrónomo celeste, el ritmo mágico
del corazón del indio que acompasa,
a su vez, el corazón de fuego
de esta naranja azul.

Miguel Ángel G. Yanes

5/7/11

EL RARITO


Hasta hace pocos años, llamaba bastante la atención ver a alguien hablando sólo en mitad de la calle, como si de pronto se hubiera loco, y hasta nos reíamos de él. Hoy es todo lo contrario, todo el mundo habla, habla, habla… con ese adminículo pegado a la oreja, ya sea en plena calle, en el parque, en la plaza, en el trabajo, en casa, en el transporte público... Ahora resulta que los raritos somos nosotros, los poquísimos que no hemos entrado por el aro, los que nos hemos negado a formar parte de esa legíón de usuarios enganchados, como si de una droga se tratase, a ese cacharrito que llaman celular o teléfono móvil.

Vuelvo a repetir, como ya he hecho otras veces, que no reniego de la utilidad que el susodicho invento pueda tener para solucionar una urgencia, una avería, un recado urgente... pero ¡coño! eso de que la gente vaya en fila por la calle, con la mano pegada a la oreja, como si se tratase de la procesión del santo telefonillo, ya pasa de castaño oscuro.


Las empresas de telefonía, que ya se han encargado de meterle a la gente el jodido aparato por los ojos,  y que acabarán metiéndoselo por otros sitios...: el oído, por ejemplo, cuando logren minimizarlo lo suficiente; han generado en la población una dependencia tal (¡y encima hay que pagarla!) que provoca ya hasta síndrome de abstinencia.

No cabe duda de que este invento ha cambiado el mundo. Ahora todos, menos algún rarito, desean poseerlo. Y si es el más rápido, el de mayor cobertura, el más vistoso o el más caro, mejor que mejor. Hasta los niños nacen ya, en lugar de con un pan, con un móvil bajo el brazo. El es negocio del siglo. Que digo del siglo... ¡del milenio! Se están forrando como locos a medida que nos van generando mayores necesidades, haciéndonos creer que son algo imprescindible para vivir. Menos mal que el rarito se mantiene firme, y cuando alguien (su mujer, su hija, su suegra...) quieren regalarle alguno, ya sea por Reyes, por su santo o por su cumpleaños, se niega en redondo y dice:


- ¡La poca libertad que me queda, no me la van a joder con un cacharro de esos!

- Es que te pierdes y no podemos localizarte.

- Si alguna vez me pierdo... ¡¡¡será porque lo necesito!!!

¿Se dará cuenta el resto de la ciudadanía, en algún momento, de que ese trasto (virtudes aparte) también atenta contra nuestra intimidad, nuestra seguridad y sobre todo nuestra libertad individual?


Piensen una cosa:

"La araña siempre sabe en que lugar de la red se debate la mosca"

Miguel Ángel G. Yanes
 

1/7/11

VOLADORES


En Canarias llamamos voladores a los artefactos pirotécnicos que estallan en el aire, es decir, aquellos que, una vez encendida la mecha a ras del suelo, echan a volar, para acabar dando su espectáculo de estruendo, luz y colorido en las alturas, pero parece que tal palabra se encuentra ya en desuso; ahora queda más fino decir fuegos artificiales. Quiero puntualizar que sí, que lo son, pero también lo son las ruedas de fuego o las cascadas: fuegos de artificio que no vuelan.


Por tanto, considerando la palabra volador muy específica y muy nuestra, no entiendo por qué estamos dejando de utilizarla. Da la sensación de que nos avergonzáramos de ella, cuando debería ser todo lo contrario, porque esa forma particular que tenemos de hablar el castellano, es lo que nos diferencia del resto, proporcionando una seña más de nuestra identidad como pueblo.

Miguel Ángel G. Yanes