Me encontraba en la Urbanización La Paz, en Puerto de la Cruz; eran las 9 de la mañana del 21 de diciembre de 2007. Me había despertado con un "run-run" sobre la lotería navideña. No recuerdo con claridad el sueño, pero sí que, en él, alguien me ofrecía un décimo para el sorteo del día siguiente. Desayuné y salí a dar mi paseo matutino, pero aquella matraquilla del sueño no me abandonaba, por lo que prolongué la diaria caminata, que terminó convirtiéndose en toda una excursión: recorrí la calle Retama, desde el Jardín Botánico hasta la iglesia de Ntra. Sra. de La Paz, luego bajé por la Carretera del Este, atravesé el túnel de Martiánez y llegué al paseo del mismo nombre, al principio del cual, justo donde antaño estuvo la "boite" Victoria, se encuentra ubicada la administración de loterías nº 1 de esta ciudad.
Una importante cola de clientes, a la que me sumé de inmediato, asomaba por la puerta del local; estuve en ella algo más de 20 minutos, lo que me permitió observar con detalle todos los pormenores; entre ellos que, pegada al cristal blindado que separaba a la vendedora de nosotros, así a primera vista, había una serie solitaria de un número bastante bajo, por el que nadie se sintió atraído. ¡Ése!, señores, había sido elegido ya por la suerte para ser el Gordo de Navidad de aquel año, y aún teniéndolo delante de las narices ¡nadie lo quiso!.. ¡¡¡yo tampoco!!!
Espero que esta vez los tinerfeños no lo hayan despreciado.
Miguel Ángel G. Yanes
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