28/10/10

UN BALÓN DE REGLAMENTO


Volvíamos de dejar a mi cuñado Paco en el “Huevo Frito” (Benchijigua Express, para los que no sean de aquí) que viajaba por vía marítima a La Gomera (Isla del Archipiélago Canario, dato también para lo que no sean de aquí) por motivos laborales (cosas relacionadas con el “trabajo”, ahora lo dijo para la gente de aquí, donde resulta algo rarísimo de conseguir) Pues bien, habíamos dejado a Paco a bordo y volvíamos en coche, cuando, detenidos en la cola que, a diario, se forma en la Vía de Penetración (¡Manda cojones! A quién se le ocurriría ponerle ese nombre) que comunica Playa de Las Américas con los Cristianos, vimos un balón de fútbol abandonado en el jardín de la mediana.

-¡Cógelo, cógelo!
Dijo mi tocayo
Guerrero.

-¡Déjalo, déjalo!
Dijo mi mujer.

Y en ese instante de duda, con inusitada rapidez, se bajó el conductor del coche que teníamos delante y se hizo con él. Lo apretó, lo sopesó, lo colocó con mimo sobre el césped del jardín y, ante el asombro general, en vez de llevárselo… le pegó ¡tremenda patada!; con tan mala fortuna, que fue a dar en el parabrisas de un taxi mercedes que se hallaba en el carril opuesto. El taxista, furioso, se bajó a su vez y se fue a por el chutador, con la clara intención de arrearle un sopapo, pero éste, que además de al fútbol debía dedicarse también al atletismo, al ver que se le venía encima aquel gigante endemoniado, en lugar de subirse de nuevo al coche, echó a correr a toda pastilla en el sentido de la marcha, ante lo cual, el otro desistió de su empeño, si bien le regaló una abundante sarta de insultos e improperios.


Ante la pitada monumental que se armó, otro de los pasajeros del vehículo, ahora sin conductor, se puso al volante y deshizo el atasco, recogiendo a continuación al futbolista que, acojonado, esperaba en el cruce, abrazado al semáforo.

Miguel Ángel G. Yanes

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