Que digo yo, qué en cuanto a entes pensantes que se supone somos, no estaría de más que tomáramos algunas medidas encaminadas a una clara diferenciación con el burro, asno, onagro o como quiera que llamemos a ése de las orejas grandes y la voz potente; no vaya a ser qué, estando en peligro de extinción en nuestro país, vayamos a ocupar ese nicho vacante porque, incomprensiblemente, ahora que poseemos un medio de comunicación tan poderoso como la televisión, corremos ese riesgo.
Fíjense ustedes que a mí, el burro siempre me resultó un animal encantador: noble, suave, cariñoso (supongo que estaré influido por la idea del Platero que nos legó Juan Ramón Jiménez)… pero, en contra de lo que se piensa, trabajador no es, porque si no se le obliga, no asume la maldición bíblica que intentamos traspasarle a toda costa, lo cual me parece hasta políticamente correcto por su parte. Sin embargo, desde pequeñito siempre oí decir aquello de... "no seas burro".
Pues bien, si no andamos listos, y dejamos de tragar esa ingente cantidad de basura televisiva, a parte de aburrirnos, vamos a terminar también por “aburrarnos”.
Miguel Ángel G. Yanes
No hay comentarios:
Publicar un comentario