21/7/10

A VUELTAS CON LA HERRUMBRE Y OTRAS LINDEZAS

Tiempo atrás dejé patente mi descontento, a través de estas páginas, por lo que di en llamar “el culto a la herrumbre”: miradores, barandillas, esculturas, vallas…que, al mojarse, destilan óxido u orín, manchando y afeando el entorno, ya sea rural o urbano.

Pues bien, hoy vuelvo a la carga sobre el mismo asunto porque, el evidente deterioro, sobre todo de las denominadas “mesas de información” en los distintos miradores, clama al cielo, no sólo por el riesgo de mancharnos la ropa a poco que nos arrimemos a ellas, sino por el lamentable estado en que se encuentran: más que mesas de información parecen de desinformación.


En algunas de ellas, la incidencia del sol ha borrado totalmente los mapas y los datos; en otras, los cristales que los vándalos rompieron sin recato, dejan filtrar el agua, con lo cual, las láminas terminan manchadas e ilegibles. Incluso las hay en las que se han desplazado unas sobre otras, solapando así parte de la información.

¿Es que no hay un mínimo mantenimiento para estos paneles? ¿De qué sirven si apenas los podemos leer?

Al hilo de lo expuesto, cabe reseñar también que, para mi asombro, existe una de dichas mesas en el Mirador de la Garañona (municipio de El Sauzal) en la que se lee perfectamente la información, pero… ¡qué información! Detalla la ubicación de basuras, escombros, aguas residuales, ratas...


A pesar del insoportable hedor de las aguas fecales, no me lo podía creer.

¿Qué necesidad había de detallar todas esas lindezas? Me imagino a los turistas leyéndolas y echando a correr a toda prisa.

¿No sería más lógico solucionar el problema en aras de la salubridad del entorno, y detallar los diferentes tipos de vegetación del acantilado, en lugar de esas vergüenzas paisajísticas?



Es por ello que invito desde aquí a nuestro presidente, D. Paulino Rivero Baute, vecino de dicho municipio, a que se acerque a la parte izquierda del mirador (donde los feísimos muros de hormigón) e intente respirar a pleno pulmón, a ver si me da o me quita la razón sobre lo que, públicamente, denuncio. Lo digo por ver si así se decide a apretar las clavijas que permitan acabar, de una vez y para siempre, con esa nauseabunda pestilencia.


Los visitantes del mirador, seguro que lo van a agradecer, pero, más que nadie, lo harán los vecinos de las viviendas situadas sobre él.

Miguel Ángel G. Yanes

13/7/10

MARGULLIR

Cuando aprendí a nadar, ya tenía al menos diez u once años. No pude hacerlo con anterioridad porque estuve gran parte de la infancia embutido en una armadura de escayola que no me permitía flotar; condición "sine qua non" para poder nadar. De hecho, ni siquiera me permitía sentarme, pero... a lo que vamos: 

Cuando aprendí a moverme sobre el agua, sin un estilo definido, chapoteando a diestro y siniestro, pero sin hundirme (fue un día de primavera, en la antigua piscina municipal de Candelaria), me granjee el aplauso del abuelo; y cuando agotado, a punto ya de ahogarme, me aferré por fin a la salvadora orilla, se apresuró a decirme:


- Ahora tienes que aprender a margullir.
¡Dios mío! Qué terrible suplicio sería aquél. Porque, he de decirlo sin tapujos... no tenía ni la más remota idea de lo que significaba aquella palabreja.
Han pasado los años inexorablemente, y con ellos, esa extraña palabra se ha ido diluyendo en nuestro vocabulario, hasta el punto casi de desaparecer. Por ello quiero sacarla hoy a la luz, ponerla al alcance de los labios que no tuvieron la oportunidad de conocerla, recordársela a los que sí la tuvieron, y recuperar de esta forma un trocito de olvido.

Margullir tampoco figura en el "Libro Gordo de Petete", pero para nosotros sigue teniendo un significado claro y conciso: "bucear", "sumergirse"; aunque también se emplea en agricultura, en concreto para designar la técnica de "acodo" o "margullido", que consiste en enterrar un gajo de una parra para que brote otra junto a ella.


Si nos fijamos bien, vemos que, en ambos casos, se trata de hundir algo, ya sea un cuerpo en el agua o un sarmiento en la tierra. Así que, después de margullir un poco en nuestras raíces lingüísticas, voy a salir a tomar el aire, para permitir que ustedes puedan también respirar un poco.

Miguel Ángel G. Yanes